Como parte de su nueva gira, el cantante sonorense deleitó a 24 mil personas en el BMO Stadium de la ciudad californiana.
Carin León nunca ha dejado de creer y ese consejo se lo dijo a las 24 mil personas que abarrotaron el BMO Stadium de esta ciudad al finalizar su show, sold out, la noche del viernes.
“¡Que viva la música mexicana! Nunca dejen de creer para que las cosas pasen”, dijo el sonorense con miles de palmas aplaudiéndole.
Y la ocasión no era para menos, el concierto —como parte de su Boca Chueca Tour 2024— fue un deleite para los hispanos que viven en Los Ángeles y les gusta el género, pero también para los mexicanos en la víspera de la conmemoración del Grito de Independencia.
Como ellos, Carin le ha chingado y dice, en entrevista con Excélsior previo a su presentación, que es de las personas que si se tiene un chance, hay que aprovecharlo al máximo. Y es lo que está haciendo ahora y que por fortuna no le cuesta trabajo, porque la verdad, está haciendo lo que siempre quiso.
“Estoy siendo más sincero que nunca, haciendo la música que todo el tiempo quería hacer y sin tratar de encajar en ningún lado, sencillamente hacer lo que me gusta”.
Como los paisanos, de los que reconoce su esfuerzo, desvelo y mucha, mucha chamba.
El goce es mayor, se expresa tal cual es, con su música, y hasta agradece vestirse como le gusta y “que de cierta manera, mi personaje, al ser como yo soy, creo que se te facilita el trabajo”.
Aunque reconoce que es un arma de doble filo, pues “también a la gente no le puede gustar como seas, pero he preferido de cierta manera depurar, al grado donde tienes que ser sincero y entre más sincero soy, mejores cosas pasan, ¿no?”.
El cantante de 35 años sabe que ha conectado más con sus fans y eso se vio en escena. Bailan con él y corean cada una de sus interpretaciones, las suyas, desde luego, o Te quiero —de los Hombres G—, Si una vez —de Selena— o su propia versión de Tú, original de Noelia.
En todas ellas, en diferentes momentos de la noche, el respetable le gritaba sin cesar y cantaba a todo sentimiento acompañando en el dolor.
Los 19º centígrados quedaron a la perfección para esa noche cálida con la luna creciente que se asomaba sobre el cielo del BMO Stadium, que recibió los hits del sonorense.
Pero León no está muy enfocado en ellos, sino en buscar sinceridad, verdad y “el fan que ha estado con nosotros y el que nos ha regalado todo eso, es al que nosotros siempre cuidamos; son personas al igual que yo, y por eso trato de mostrarme como una persona con mis defectos y virtudes para poder conectar con ellos”.
Y en esos defectos y virtudes, se considera un perfeccionista y por ello, en su manera de trabajar, prefiere no tener a gente quejándose al lado. “Entonces es: ‘me traes la solución o eres parte del problema?’”, algo que él, como pilar de su estructura profesional, tiene que cuidar mucho.
“He aprendido a la mala, a la base de los chingadazos, que la verdad hay personas que están más jodidas que uno, que están sufriendo de verdad”, comparte.
Pero el ganador del Latin Grammy 2023 a Mejor Álbum de Música Norteña por Colmillo de leche ha aprendido también sacar fuerza de la vulnerabilidad en la que a veces se cae, digamos —dice— como “ir teniendo callo”.
“Va a haber madrazos, nos hemos caído; es como decir que de todas las decepciones que uno ha tenido, el desmadre, van a salir cosas malas, ¿no? Si de ahí viene mucha música que a mí me ha dado muchas cosas buenas, entonces es el equilibrio. “(He hecho) las paces con mis ángeles y mis demonios y los dos me sirven en diferentes aspectos. Entonces, como ya he bailado con la más fea, por eso ahora disfruto lo que me está pasando”, confiesa.
Y vaya que Carin se deleita con como lo recibe la gente.
El show en el venue angelino recibió a miles de hispanos que, en su mayoría, iban vestidos como su ídolo. Jeans, playeras o camisetas con su imagen estampada o al estilo norteño. El sombrero hacía juego con los cinturones en ellos o en las bolsas y uñas en ellas.
Afuera se vendían hot dogs o carnita asada y hasta la mercancía no oficial, sin que los vendedores tuvieran que esconderse de los polis gringos.
Alrededor de 9:00 de la noche, Carin dejó su camerino, caminó por la parte interna del estadio para colocarse a un costado del escenario.
Daba saltos pequeños como queriendo no sentir nervios o quizá recibía con gusto el griterío de la audiencia que se emocionó cuando comenzó a sonar la música y la escena se iluminó. A los costados, dos grandes figuras que hacían alusión a la cultura sonorense enmarcaban a más de 20 músicos que lo acompañaron en distintos momentos.
El cantante se movía de un lado a otro y entonaba con toda pasión temas como Me la aventé, The One (Pero no como yo), Según quién, Las paredes y Casi oficial.
Cerraba los ojos y los apretaba para transmitir ese sentimiento y en ocasiones se encorvaba un poco para darle más emoción.
Movía la pelvis de manera sensual y daba brinquitos que eran ovacionados por todos.
La parte de abajo se convirtió en pista de baile y ya fuera solos o en pareja, todos desquitaron el estrés que dejaba una semana laboral.
Desde luego también hubo espacios para temas ya conocidos como Talento de televisión, que en voz del de Sonora cobra otra vida, y un homenaje “al género que nació aquí en Los Ángeles”, para dar paso a La noche que Chicago murió, La boda del Huitlacoche y hasta Ramito de violetas.
Todo era una locura. El sonido de la banda, el acordeón, las palabras de “salud” de Carin y la respuesta de la gente ante el brindis, aunque, a diferencia de conciertos de México, acá no hay vendedores de chela o un drink entre la gente o por los pasillos.
La noche avanzaba y Carin seguía y seguía. Vestido con una playera del estadio y su apellido detrás. Una gorra con su nombre en ella y sus jeans ajustados demostraban que sí, el cantante se sentía entre los suyos dándoles lo mejor de él. “¡Viva México, cabrones!”, repitió hacia la recta final.
Y de afuera comenzaba a llegar un olorcito familiar. La carnita asada ya estaba echando aroma, al igual que el cuaresmeño sobre el comal.
La emoción parecía no tener fin, a la par que las luces multicolores proyectadas en pulseras que se les dieron a los asistentes al entrar a este show de la gira Boca Chueca y con la que pisará el Estadio GNP Seguros de la CDMX el 7 de diciembre.
Estar en ese lugar, comparte a Excelsior, es un deseo muy grande, pues ha soñado durante “muchísimo, muchísimo tiempo, y creo que ni siquiera estaba en mis planes, ni siquiera imaginé que algún día fuera a estar ahí.
“A mí me tocó ver la transición del género, del que fuera de nicho o marginado, luego era como muy del pueblo y hoy en día, pues la verdad, para nosotros, yo creo que en ese entonces (estar) en un palenque era lo más grandioso del universo, ¿no?
“Estar ahí es algo que me llena de mucho orgullo… y va a ser un show que va a cambiar muchas cosas, con varios invitados y grandes amigos”, adelanta.
El público canta y canta y Carin también. Lo sigue a todas partes y él se deja querer. Expresa que, en cierta manera, representa un ejemplo para ellos, uno de superación, pero también de mucha responsabilidad para los paisanos que están por el mundo, pero, en específico, esta noche en Los Ángeles, al que nunca va a “dejar de agradecer por tanto amor desde el día uno.”
Ya han pasado más de dos horas y se encamina el desenlace. Llega Si una vez, de Selena, que en voz de Carin, suena a puro despecho, desde luego Primera cita y el adiós.
“¡Que viva la música mexicana! Y nunca dejen de creer para que las cosas pasen. Gracias por hacer historia conmigo”.
Con información de Excelsior